Los cántaros nos servían hasta mediados del siglo XX para llevar el agua
desde la fuente a la vivienda. Con el cántaro en la cintura recorrías el
camino hasta tu hogar. Quiénes tenían mula o burra lo podían utilizar y la
cargaban en cestos sujetos al animal.
En Andalucía estaba el aguador que
con sus animales llevaba el agua a las casas. También viudas que no tenían otro
trabajo transportaban el agua con el cántaro a la cintura a los que la
necesitaban por un precio módico y miserable.
Lo normal era ir a la fuente y abastecerse la familia misma, sobretodo la
mujer, o mandar a los niños/as a por agua.
Generalmente era de barro sin barnizar. La tapa de la boca de madera. Los
distintos talleres locales de cerámica eran los que confeccionaban estas piezas. Tuvieron su utilidad y cuando
llega el agua a las casas a mediados del siglo XX, se quedaron de adorno en las
cantareras.
Al principio eran las ánforas griegas las que podían transportar líquidos,
vino, aceite. De ahí derivarían las
piezas hasta que aparece el cántaro. De todos esas piezas que tanto fenicios,
griegos, romanos utilizaron en sus viajes para transportar sus mercancías y que
luego los musulmanes impulsarían haciendo avanzar esta vasija hasta lograr la
aparición y el avance de esta pieza de barro que transportaba y ayudó durante
siglos a tantas generaciones para contener y envasar el agua.



