Comunidad íbera

La comunidad ibera
Las comunidades indígenas de la península pronto se relacionaron con los pueblos de oriente, fenicios, griegos y cartagineses.
La Edad del Hierro corresponde a la segunda mitad del I milenio antes de Cristo. En la fase de formación de la cultura ibérica se distinguen dos etapas de influencia oriental. Una primera proviene del mundo fenicio y otra cuando se sustituyen los elementos fenicios por griegos a partir de mediados del siglo VI a. C.  


Los poblados ibéricos se asentaban en lugares fácilmente defendibles y se protegían con sólidas murallas con torres circulares, situados en las laderas de montículos en espacios más o menos llanos y con calles que seguían las curvas de nivel. Las viviendas se agrupaban en manzanas con pequeños pasajes entre sí, con una o dos calles principales. Construían sus casas de piedra y adobe y en el techo vigas de madera. La planta era cuadrada y la vivienda se compartimentaba en función de los usos a que se destinaba cada espacio. Así podía haber cocina, almacenes, cuadras etc. Las casas podían tener puerta de madera que se cerraba con llave.

La cultura ibérica se formó en las zonas meridionales de la península, por un fenómeno de aculturación debido al contacto con los pueblos coloniales sobre un sustrato cultural orientalizante. Éste a su vez era fruto de la aculturación fenicia sobre las gentes tartésicas (contactos tartésicos a través de los ríos).

Se extendía desde la Baja Andalucía por el levante hasta el sur de Francia y penetrando hacia la Meseta por buena parte de la Mancha meridional y por el valle del Ebro hasta Zaragoza.




 

En sus tierras había un rico cultivo de regadío. A la sierra llegaba un gran rebaño de cabras y ovejas, aprovechando el pasto de altura. Una mujer ataviada con enaguas sin mangas recogida en la cintura. En el escote llevaba unos bordados. Sobre los hombros un manto grueso. Un velo, ajustado con alfileres  cubría su cabeza y en los pies unnas zapatillas rojas. El hombre vestía una túnica corta recogida en la cintura y con mangas ajustadas a los puños. Un calzón sujeto con tirantes y una capa sujetada al hombro izquierdo por una fíbula. El calzado era de esparto.


Los rituales religiosos serían complejos con ceremonias y actos de sacrificio y adivinación, procesiones, música y danzas. Se desconoce si existía casta sacerdotal.


Las divinidades ibéricas son poco conocidas, los restos ponen en evidencia una rica mitología de origen orientalizante.

La existencia de un culto a la fecundidad se ha querido ver a través de algunas representaciones en las que el sexo femenino o masculino ha sido marcado exageradamente.

Algunos animales debían ser sagrados como el toro, el ciervo, el caballo o el lobo.

La danza era una de las grandes aficiones, hombres y mujeres bailaban cogidos en ruedas. Los instrumentos musicales utilizados eran la trompeta, el cuervo o la lira.

La lengua ibérica sigue siendo una incógnita ya que sabemos leerla pero no comprenderla.

La Dama de Elche es la obra maestra de la escultura ibérica, tallada en piedra calcárea y de influencia griega. Se descubrió el 4 de agosto de 1897 cuando se hacían unas tareas agrícolas. Estos peones la trasladaron a casa del doctor Campello que la vendió al Louvre. En 1941 regresó a España tras un cambio por obras de El Greco, Velázquez y Goya.